Un año de Operación Bocata

Hoy no es un día especial, no es una fecha señalada… pero queremos hacer un alto en el camino para mirar todo lo que llevamos recorrido y lo mucho que nos ha dado el Señor en este tiempo.

 

Llevamos poco más de un año saliendo por las calles de nuestra ciudad. Empezamos a hacerlo de manera espontánea, simplemente como una forma de acercar a Jesús a esas personas que no tienen un techo bajo el que cobijarse... y, aunque nos ha pillado una etapa difícil (con pandemia de por medio) y hemos tenido nuestras diferencias, seguimos intentando no perder el ánimo para continuar con aquello que un día iniciamos con tanto cariño.

 

Es cierto que hemos tenido una etapa de sequía, en la que parecía que esto no tenía mucho sentido; pero entonces el Señor nos mandó a Vito (seminarista de nuestra Parroquia), que le dio un aire nuevo a nuestra iniciativa y, lo más importante, nos animó a no venirnos abajo.

Con él, retomamos las salidas que habíamos dejado un poco aparcadas por el miedo a este maldito virus que tanto nos está quitando; y, gracias a él, también aprendimos a mirar esta experiencia como algo más que un simple acto de caridad, sino más bien como una semilla que el Señor nos ayudó a plantar y que quizá algún día sea como el grano de mostaza que “aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas” (Mt 13, 32)

 

Pero esto no es todo. También contamos cada día con más ayuda, tanto dentro de nuestra Comunidad Parroquial como fuera de ella.

Cada día son más los feligreses que, aun no pudiendo venir a acompañarnos, quieren poner su granito de arena y nos dan dinero para que podamos comprar más comida y ayudar a más personas, e incluso oran por nosotros desde sus casas mientras hacemos las salidas, y en la Eucaristía de la tarde en nuestra Parroquia.

También llevamos dos meses contando con la ayuda de Ruben, el dueño de una panadería del barrio, que, a pesar de estar pasando por un mal momento en su negocio, siente la necesidad de ayudar a quien lo está pasando peor que él y nos está donando de manera altruista el pan para los bocadillos.

 

Y, por si todo esto fuera poco, en la salida que hemos hecho este mes de febrero, hemos vivido una experiencia increíble que nos ha hecho estremecer a todos y que queremos compartiros:

Estábamos en la calle San Eloy, hablando con un hombre, dándole comida y charlando con él un rato; y allí cerca había un grupo de 3 ó 4 chavales jóvenes que se quedó mirándonos. Cuando nos despedíamos del hombre, uno de los chavales se acercó a nosotros y nos dio un donativo “para que compréis más cosas para seguir ayudando”.

Casi no nos lo podíamos creer; no es algo habitual que nadie se acerque a darte dinero, mucho menos una persona joven (generación que tan mal mirada está ahora mismo por nuestra sociedad)... pero para nosotros ha sido una verdadera experiencia de Dios... ese empujón que necesitábamos para seguir llevando a cabo esta labor... ese susurro al oído del Señor que nos dice “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!” (Mt 14,27)

 

Ahora estamos más convencidos que nunca de que el Señor está con nosotros, que es Él quien nos pide que lo hagamos, que siempre ha estado ahí y nunca nos ha dejado solos...

Y queremos seguir caminando con Él, salvando todos los obstáculos que se puedan poner en nuestro camino, dejando a un lado las discrepancias que podamos tener y poniendo nuestras miras en el Señor, porque al fin y al cabo lo importante de todo esto no es lo poco que podamos ofrecerles de comida a esos hermanos nuestros que están pasándolo mal, sino hacerles ver que no están solos, que hay gente que se preocupa por ellos y que somos felices haciéndolo porque al final ellos nos dan a nosotros mucho más de lo que nosotros podemos darles a ellos...

 

Sólo tenemos palabras de agradecimiento: en primer lugar, para nuestro Párroco don Rafael y toda nuestra Comunidad Parroquial, por apoyarnos desde el minuto cero en esta iniciativa; también para todas esas personas que nos ayudan y piden por nosotros; por supuesto, para todos esos hermanos nuestros que hemos conocido en la calle (y a los que podemos poner nombre y cara), que en el fondo son los más importantes y los que más nos dan sin ellos siquiera imaginarlo. Y no podemos olvidarnos de dar gracias a Dios por todo: porque sin Él nada de esto tendría sentido, porque sin Él todo esto habría quedado hace mucho tiempo en una simple anécdota, porque es Él quien nos anima y nos da fuerzas para continuar a pesar de las adversidades...

 

¡¡¡GRACIAS, SEÑOR, POR TANTO AMOR!!!