Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

 

"El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande... y una luz les brilló" (Is 9, 1)

 

¡Qué gozo! ¡Qué alegría cuando en medio de la tiniebla, de la oscuridad, del vacío, de la desesperanza... brilla la luz de la fe!

Y Jesucristo, el Hijo de María, el Unigénito del Padre, el Rey de la Gloria, nace como Buena Noticia para toda la humanidad, nace para ser la Luz que brilla en las tinieblas. Nace para sembrar de esperanza, alegría y consuelo a toda la humanidad.

 

"No temáis, os anuncio la buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo" (Lc 2, 10)

 

El ángel no le habla a los pastores de "una buena noticia" sino de "LA buena noticia", la gran noticia, la mejor noticia, la única noticia que puede transformar el corazón del hombre y, porque cambia al hombre, puede transformar también la realidad entera.

 

No temáis,  no tengáis miedo... este mensaje se ha ido repitiendo a lo largo del Adviento en multitud de ocasiones. El Señor nos ha hablado al corazón muchas veces este Adviento, nos ha abierto el oído para que entendamos que no tenemos por qué tener miedo:

El profeta Isaías se lo repetía constantemente al pueblo de Israel.

El ángel le hace entender también a María en el momento de la anunciación que no debía temer nada.

También el ángel utiliza esa misma expresión (“no tengas miedo”) a san José cuando se hace presente en sus sueños…

Muchas veces hemos recibido este mensaje en el Adviento: “¡No temáis! ¡No tengáis miedo!”

Porque Dios está en medio de nosotros y, como dice la carta a los Romanos: “si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”.

El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien, lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con Él?

¿Quién nos separará del Amor de Cristo?

¿Quizá la tribulación? ¿la angustia? ¿la persecución? ¿el hambre? ¿la desnudez? ¿el peligro? ¿la espada?

Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas.

Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.

¡¡Éste es el gran misterio que hoy contemplamos, queridos hermanos!!

 

“Hoy, en la ciudad de David, nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11)

 

Él viene a redimir la creación entera, que fue dañada desde el origen del pecado, marcada por el miedo y la desconfianza, pero que ahora ha sido iluminada con la presencia del que es la Luz del mundo, del que brilla en las tinieblas, del que alumbra a los que habitaban tierras de sombras… porque su Luz les brilló.

 

“Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12)

 

¡¡Sorprendentes las señales de Dios!!

Inaudito el método pedagógico que el Señor ha utilizado con la humanidad para hacernos comprender la Verdad, para mostrarnos el Camino, para poder llegar a Él, para hacernos entender el lugar y el estilo de vida del auténtico creyente. Una pedagogía que nace de mostrarnos la lección a aprender, asumiendo Él primero todo aquello que nos quiere enseñar:

 

Primero tomó nuestra condición humana, se despojó de su categoría de Dios, y pasó por uno de tantos, dice el cántico…

Segundo, nos enseñó el camino de la humildad y del desprendimiento de lo superfluo, asumiendo una condición humilde y rechazando toda riqueza y todos los privilegios. No hay más que contemplar el misterio de Belén para darnos cuenta de ello: “un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”… ¡¡Qué mayor lección podemos esperar de Dios”

Y, por último, en el misterio de la Navidad, Dios nos enseña a vivir confiando, dejando a un lado nuestra autosuficiencia, para abrazar la fe como el camino que nos lleva a la vida, como el camino que nos lleva a Dios.

 

¿Hay mayor muestra de fe que descubrir al Hijo de Dios que viene a instaurar el Reino? Indefenso, pobre, desprotegido de todo… y, sin embargo, trayendo a en sí mismo el mayor encargo para toda la humanidad…

Viene a instaurar el Reino de la paz, de la justicia, de la verdad; y lo hace envuelto en la pobreza y la desnudez de un niño indefenso, sin honores, y rodeado de los más humildes de aquella sociedad: los pastores, hombres que pasaban la noche al aire libre, velando por turnos sus rebaños…

¡¡Qué mayor muestra de Amor que enseñarnos asumiendo en sí mismo la lección a aprender!!

 

“Y pasó por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el pecado, porque Dios estaba con él” (Hch 10, 38)

 

Dios está con nosotros, queridos hermanos.

Dios se ha manifestado en Cristo, hecho hombre; pero no un hombre cualquiera, sino el hombre revestido de fragilidad, de humildad, de mansedumbre, de misericordia, de paz, de amor… para que, comprendiendo nosotros este gran misterio, asumamos, desde nuestra frágil condición, la naturaleza divina de la que hemos sido revestidos por nuestro Bautismo.

 

Rafael Capitas. Pbro.

PÁRROCO

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